Libertad interior
¿Puede el hombre sentirse libre interiormente? ¿No padecer constantemente la censura de las circunstancias exteriores, de las creencias y prejuicios, de las normas impuestas explícita e implícitamente? ¿Puede una persona sentirse libre en esta sociedad? La respuesta se atisba contradictoria porque a primera vista parece que no depende de nosotros. Parece que depende más de las circunstancias del entorno que de uno mismo. Pero la libertad no es algo que pueda verse o tocarse, sino que opera en el interior, conformando nuestros actos y pensamientos, haciéndolos que surjan espontáneos o por el contrario coartados, cohibidos. De nosotros depende que el próximo acto que arrojemos al mundo surja de verdad, del interior del ser, o salga ya frustrado, reprimido. Es posible que eso lo hayamos aprendido, que la sociedad nos imponga veladamente la autocensura necesaria para una convivencia preestablecida. Las condiciones son tan sutiles que apenas podemos darnos cuenta de las cadenas que nos sujetan. Sin embargo, sí que depende de nosotros el darnos cuenta de ello, el no acostumbrarnos al silencio impuesto y preservar esa parcela interior que nada ni nadie pueda tocar, que es la libertad interior. Si la cuidamos, si advertimos su valor, si crecemos en ella y por ella, veremos que brotará espontáneamente, al unísono con nuestros actos, con nuestros pensamientos y emociones. Entonces comienza la transformación, el acto creativo del ser reconciliándose con su naturaleza esencial.
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